Sobre los grupos y el amor: la raíz de lo comunitario
- Daniela Zuluaga
- 12 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Mi amiga Ale ha tenido siempre este símil de que Casa Barullo es como un matrimonio, uno de entre cuatro o siete mujeres que comparten una hija en común. Es un matrimonio demandante, lleno a veces de reproches, pero también de mucho amor.
El año pasado, cuando Pau, Cami y yo, al tiempo, pero sin haberlo hablado entre nosotras, decidimos salirnos de Las Troyanas, las otras chicas nos dijeron que se sentían como si las hubiera dejado su pareja. Estábamos en un café delicioso y todas habíamos pedido postres ricos, pero ninguna era capaz de comer.
¿Qué es lo que tienen estos grupos que una termina adhiriéndose a ellos con todo el corazón? ¿Esto que no te deja dormir pensando en ese comentario que te hicieron durante una feria? ¿Esto que hace que les termines dedicando más tiempo que al trabajo donde te pagan?
El otro día analizamos con Paulina, otra amiga, una entrada del blog en la que hablé de cosas para tener en cuenta cuando una trabaja en comunidad. Ella me dijo que sentía que debajo de todo eso había una tusa escondida; un querer procesar todos esos aprendizajes fuertes, dolorosos y hermosos que había tenido en Troyanas. Me dijo que el blog era también una manera de hacer mi duelo y que, por lo tanto, haber perdido ese espacio era como haber perdido a un ser querido.
Son seres queridos especiales porque nacen de una fuerza común. Raros, porque es raro lograr ponerse de acuerdo con tanta gente, encontrar algo que nos mueva a todas y hacer las cosas bien. Estamos tan acostumbradas a logros individuales que cuando vemos algo que surge de entre varias es realmente hermoso. Es lo que me hace querer tanto el concepto de comunidad, de lo hecho en “entre varias y varios”.
Justamente por eso es difícil irse y reconocer que ya no se está allí; que la fuerza tomó otro rumbo. Hacer parte de grupos así significa también ser consiente de que ellos son más allá de lo que una es. Irse a veces es crecer y dejar crecer. Irse es también entender que una sigue siendo más allá de lo que es en el grupo.

Se critica a lo comunitario porque borra al individuo.
Y es cierto. Como también lo es que en esos espacios es donde una se conoce, aprende para qué es buena, para qué no, qué personalidades le cuestan y con cuáles va mejor. Aprendemos mucho de las otras, de lo que se es con ellas.
En fin, esta entrada no quiere decir mucho más allá que esto. Es un pensamiento al aire sobre lo comunitario y sobre su cercanía con el amor.
Hasta el próximo miércoles.
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