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Poder chiquito: reflexiones sobre el trabajo en comunidad

  • Foto del escritor: Daniela Zuluaga
    Daniela Zuluaga
  • 22 jul 2020
  • 7 Min. de lectura

Hay una cosa que uno hace, como científica social que es, y es pensar en unos otras y otras que hay allá afuera, que uno estudia, que uno hace cosas para que les vaya mejor. Esta forma de hacer, de pensar, se crea en uno desde la primera vez que se da cuenta de que las cosas de su realidad, de la realidad, no van muy bien, empieza a buscar qué es lo que pasa, cómo podrían ser mejor y cree que la respuesta es haciendo algo con y para los demás. Si esa curiosidad es lo suficientemente grande en uno, en ti, no te basta con estudiar literatura, aunque la ames. Necesitas algo más, algo más hacia ese “afuera”, más hacia lo “real”. Y así es como terminas estudiando ciencia política, o alguna otra ciencia social, según sea el caso. ¿O tal vez fue solo que te dio miedo sobrevivir como literata en un país como este? ¿Será que son dos preocupaciones no tan lejanas?

Ahora no sé si esa sea la manera o no. Digo, de hacer algo con la realidad. Es una cosa tan grande y tan compleja que tal vez la respuesta esté en ser lo mejor que uno pueda de uno mismo para así ser mejor hacia afuera, y ayudar un poco. Esta medio desilusión aparece de totazo cuando uno empieza a salir y se da cuenta del poder tan chiquito que tiene para hacer algo. También de lo absurdo que resulta hacer algo por alguien que no te lo ha pedido y que no te ha invitado. Llegamos con nuestras caras de ponqué a hacer talleres con gente que va obligada, que va porque le van a dar un almuerzo, que no sabe qué es lo que va a hacer allí. Y luego nos vamos, después de tres días o dos meses, y ¿qué pasó?, ¿qué se logró?, ¿qué se hizo? Somos violentas al tratar de hacer lo mejor. ¿No fue esa misma voluntad con la que vinieron los curas a América? Ojo ahí.

Este tema es algo que me da muchas vueltas en la cabeza. Porque igual, y aunque sé que dije que tal vez la respuesta esté en trabajar en uno mismo, yo siento que sí se pueden hacer cosas con ese poder que uno tiene, por chiquito que sea. Si me jode la violencia de género en Colombia, ¿por qué no voy a intentar a hacer algo para que cambie? Si siento que uno de los problemas que nos ha traído la guerra es el cierre de los discursos, ¿por qué no voy a hacer todo lo posible por generar herramientas para que todos y todas sintamos que podemos recuperarlo y hacerlo nuestro? Creo que cuando esos poderes chiquitos se juntan pueden hacer cosas grandes e importantes. El punto está en que hay que hacerlo siempre con cuidado, cuidado de uno y cuidado de los y las otras; qué siempre sea voluntario, consciente y crítico.

Pensando en eso, y con ganas de hacer algo que me ayude a no irme por otros caminos, voy a hacer un decálogo (aunque no sé si sea de diez puntos) con cosas que he aprendido que debo tener en cuenta cuando tengo ganas de trabajar y llevar a otros espacios las preocupaciones que me interesan. Espero que a ustedes tal vez les sirvan, o de pronto que no, y que lo critiquen y nutran.

Bueno, acá va:

1. Tómate un minuto

Cuando te hagan la propuesta de hacer algo con algunas personas, no te entusiasmes enseguida. Tomate tu tiempo. Piensa en quién te hace la propuesta, qué es lo que esa persona quiere, piensa en cómo se relaciona con esas otras personas y si esas otras personas sí están dispuestas a recibir lo que tú les vayas a llevar. Sé que a veces es difícil rechazar algo, sobre todo en este campo en que el trabajo y las oportunidades son escasas. Hay cosas que uno puede negociar y hay cosas que no, cada quien sabe su límite. Si sientes que la propuesta te va a llevar más allá, tal vez es mejor no hacerlo.

2. Investiga

Investiga sobre el lugar y las personas que te vas a encontrar. Si te invitan a hacer algo en Barrancabermeja y nunca has oído sobre esa ciudad o solo un poco no sobra hacer una buena búsqueda en Google al respecto. También si conoces al alguien que sea de allá o haya ido no dudes en preguntarle. Pídele que te cuente cómo son las personas, qué normas de conducta tienen, cómo es el clima, qué tal se visten. También si hay algunos lugares o comportamientos que definitivamente debes evitar para no ponerte en riesgo. Esto te ayudará a no estar tan perdida y también muestra interés sobre lo que estás haciendo. Igual, es bueno también no llevar esto al extremo. Está bien no saber absolutamente todo antes de ir. Es bonito dejarse sorprender por lo que el lugar y las personas te van a presentar.

3. Prepárate

Trata de ir preparada. Ten a la mano los datos de las personas que te invitaron, en dónde te vas a quedar y cómo va a hacer tu vida en esos días. No sobra alistar un plan b en caso de que algo no funcione. Así te prometan que te cubren todo lleva siempre dinero contigo e investiga sobre qué lugares son buenos para quedarse. De igual manera prepara muy bien lo que vas a hacer, la razón por la que te están invitando. Alista lo que vas a decir, los materiales. Si puedes visita con tiempo el espacio donde te vas a encontrar con las personas. Trata, ya allí, de adaptar lo que habías preparado a las condiciones del lugar. Ir preparada muestra respeto y profesionalismo por lo que estás haciendo. Así creas que ya lo manejas esto nunca va a sobrar.

4. Mírate al espejo con ojos nuevos

Esto es algo que para mí es muy importante. Es tratar de verme cómo me verían esas demás personas. Es tratar de ponerme las gafas del contexto y revisar qué estoy diciendo con mi apariencia y forma de comportarme. En el día a día no somos tan conscientes de lo mucho que habla la manera en la que nos vemos; el ser blanca (o, bueno, curubita), joven, mujer, hablar con acento de Bogotá, vestir con camisas y jeans a la cintura; todo, absolutamente todo está diciendo cosas sobre ti a las personas en ese primer encuentro. No se trata de que uno tenga que cambiar cómo es. Es más ser consciente de todas esas cosas para que, si te llegan a jugar en contra, estés preparada para afrontarlas y saber responder.

5. Escucha a las personas

Por más que hayas llegado con tu plan siempre mantente abierta a lo que las otras personas necesitan, quieren y te proponen. Por su puesto, también es importante saber que eres tú quién está guiando el encuentro. Por lo que no se trata de perder el norte sino de saber navegar con los y las demás. Escucha, mantente abierta y usa todo eso para alimentar la discusión, para enlazarla con el contexto, para que, en medio de lo posible, sea más cercana a las personas con las que vas a estar. Es en este gesto en el que uno se vuelve también parte del proceso de aprendizaje y en el que tu propio saber y hacer se ve enriquecido por el intercambio en el que te encuentras. Puedes quedarte con lo que llevas preparado, pero sin duda te estarás perdiendo de muchas cosas que podrías llevarte.

6. Disfruta de la experiencia, pero con cuidado

Es bueno soltarse y dejar que la experiencia te sorprenda. Conocer a las personas más allá del espacio que estaba pensado, salir con ellas, que te muestren el lugar; todo esto es maravilloso y siempre deja muchos aprendizajes. Lo importante es que lo hagas siendo consciente de los límites de la situación. Al fin y al cabo, estás allá por trabajo. Se puede la fiesta, probar comidas y bebidas nuevas, el disfrute, pero siempre que no vaya a afectar con lo que estás haciendo. Además, cuídate. No estás en tu terreno. Lleva siempre tu teléfono, documento, algo de dinero; no dejes que alguna situación te coja mal preparada. Y, claro, si no te sientes cómoda, mejor decir que no.

7. Cuida de ti

Cercano a lo anterior es muy importante que mientras estés viviendo esto no solo te preocupes por lo que estás haciendo con y para las demás personas sino también por ti. Prueba la comida del lugar, pero no te dejes enfermar. Si hay muchas descargas emocionales en los espacios de encuentro ten a la mano estrategias para canalizar esas energías y que tu corazón las procese de la mejor manera. Reconoce que hay cosas que escapan de tu poder y no te dejes frustrar. Escribe lo que estás viviendo. Si vas con alguien habla de todo, más sobre lo que te puede estar sintiendo incómoda. No te quedes con eso. Mantente en contacto con tu red de apoyo; llámalos y escríbeles, compárteles fotos. Está la presión de que todo salga bien y sea maravilloso, pero no dejes que eso no te deje ver lo malo, está bien incomodar, está bien sentirse mal.

8. Procésalo

A pesar de la velocidad de la vida trata de que la experiencia no quede allí. Busca quedar en contacto con las personas que conociste, date un tiempo para pensar en todo lo que pasaste. Si fuiste en grupo, busca un espacio para charlar sobre lo que vivieron, cómo lo vio cada persona, los aprendizajes. Revisa la evaluación que hiciste en el momento uno, cuando te hicieron la propuesta, y define qué tanto la pena valió. ¿Sí se logró algo? ¿Cambiaron de pronto esos límites luego de lo vivido? ¿Qué te quedó y qué crees que les quedó a las otras personas del encuentro? Parte de allí para una nueva oportunidad.

Bueno, al final quedó un octálogo. Creo que lo escrito acá me dará nuevas luces y tranquilidad para cuando vuelva a salir una oportunidad de trabajar con otras personas. Espero que sea pronto. También espero que ustedes le vean alguna utilidad y que nos ayude a, entre todas, ir enlazando nuestros poderes y chiquitos y hacer ese "algo" que tanto queremos.

¿Qué tal les pareció? ¿Se me escapó algo que quieran añadir y tal vez así sí termine siendo un decálogo?

Me cuentan.

Hasta la próxima entrada.


 
 
 

1 Comment


Juan Biermann
Juan Biermann
Jul 22, 2020

Planteas un par de cuestiones muy interesantes; y me queda resonando eso mismo que tú insinúas: No se trata de asumir una actitud de misionero, como si ya uno tuviera todo resuelto y sólo fuese cuestión de transmitir la luz que uno ya porta. Pienso también en lo que plantean personas como Orlando Fals Borda y María Cristina Salazar (y, en general, quienes se han dedicado a la IAP), en relación con la "acción sin daño" y el no convertir la intervención social en un tentáculo más de la lógica colonizadora.

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